Imagina por un momento que eres Usain Bolt, eres el hombre más rápido del mundo. ¿Suena bien, no?
Tu país es reconocido en el mundo del deporte en gran parte gracias a ti, tienes fama y más dinero del que puedes gastar. Has batido 3 récords mundiales, ganado más medallas de las que puedes recordar y la gente te aclama allá donde vas. Y lo más importante, tienes la suerte de dedicarte a lo que más te apasiona en la vida, correr.

No sé tú, pero yo querría sentir por un momento lo que siente Usain al cruzar una meta olímpica en primera posición.
Bien.
Ahora quiero que te imagines que tienes una meta muy importante para ti. Que pasas todos los días durante 4 años trabajando duro para ser el mejor en lo que haces y conseguirla.
Por fin llega el día y te plantas delante de 7 personas más que han trabajado tanto o más duro que tú para conseguir lo mismo que tú. Tienes 10 segundos para demostrar lo que vales, no hay margen de error.
Usain Bolt entrenó durante 20 años para correr 115 segundos. En un trabajo como ese, la cabeza tiene un papel fundamental. Las emociones, el estrés, la autoestima nos pueden jugar una mala pasada en el último momento y echar por tierra todo por lo que hemos trabajado.
Pero eso no quiere decir que el estrés sea malo, o que los deportistas olímpicos sean los únicos que lo sufren. Todos vivimos momentos de estrés y no es malo. El estrés te mantiene concentrado y te ayuda a movilizar tus energías para conseguir lo que quieres.
El problema viene cuando no sabes gestionar ese estrés, se alarga en el tiempo o es más intenso de lo que puedes soportar. Te vuelves irritable, te bloqueas o lo acabas pagando con las personas que te quieren.
Por suerte, no estás solo y hay muchas formas de aprender a gestionar las situaciones de estrés para poder alcanzar las metas que tienes sin sufrir por el camino.

