Cuando Harry Potter era solo un bebé, su vida cambió para siempre. En una noche que él ni siquiera recuerda, perdió a sus padres de la forma más traumática posible. Creció sin respuestas, con una cicatriz en la frente y otra, mucho más profunda, dentro de él.
A lo largo de su vida, el pasado nunca lo dejó en paz. Las pesadillas, los recuerdos fragmentados, la sensación de que algo en él estaba roto. Por más que trataba de seguir adelante, su historia siempre encontraba la forma de alcanzarlo.

Algunas heridas no se ven, pero están ahí. Y cuando has vivido algo que te marcó, es difícil sentirte completamente a salvo.
Los recuerdos aparecen sin avisar, el miedo se instala en el cuerpo, el dolor regresa como si nunca se hubiera ido. A veces, parece que nunca vas a poder escapar de ello.
Pero hay algo que Harry descubrió con el tiempo: el pasado forma parte de ti, pero no define quién eres. Puedes aprender a mirarlo sin miedo, a soltar el peso que llevas dentro. El trauma no tiene por qué ser el final de tu historia.
Tú no eres lo que te pasó. Eres mucho más que tu herida. Y aunque ahora no lo parezca, es posible sanar y volver a sentirte en paz. No tienes que hacerlo solo.

